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feudatarias en sus contornos, pero los textos de épo-
ca no dejan dudas acerca de su trazado simbólico
7
.
Sin embargo, esas referencias a la ciudad “amuradaâ€,
distinguiendo áreas de “extramurosâ€, no signica que
en su contorno se hayan construido murallas, sino más
bien, con esta expresión se distinguÃa al centro de poder
polÃtico religioso. Además, tenÃa una connotación social
ya que allà sólo tendrÃan su residencia quienes revestÃan
la condición de “vecinosâ€, es decir, quienes disponÃan
de patrimonio y podÃan acceder a cargos públicos.
Por otra parte si consideramos las apreciaciones más
conocidas de los cronistas de época, a comienzos del
siglo XVII expresaban que la ciudad mostraba una ima-
gen desoladora, además de las edicaciones públicas,
sólo 23 ó 24 casas de adobe y techos de paja completa-
ban el conjunto (Espejo, 1954: 43-44, Verdaguer, 1929:
238-239). Cien años más tarde, después de sufrir los
embates de la aguda crisis nisecular, alrededor de 150
vecinos residÃan en la jurisdicción. Este reducido núcleo
urbano, menos de 1000 habitantes
8
, incluÃa casas de
vivienda y sus correspondientes chacras y huertas, de
una supercie de 1 ó 2 cuadras atravesadas por ace-
quias que aseguraban su regadÃo.
Este imaginario construido y transmitido en retóricas y
documentos ociales, fue reproducido textualmente por
la historia local, sin tener en cuenta la intencionalidad
que tenÃan cuando fueron elaborados. En especial, los
intereses por justicar el permanente traslado de nativos
a las minas chilenas, y a nes del siglo XVII, la insisten-
te recurrencia de los vecinos en comunicar sus padeci-
mientos a las autoridades, en un momento en el cual el
rigor de las normas impositivas gravaba con valores altos
el comercio de vinos y aguardientes. Por otra parte, los
juicios de valor sobre pobreza y bienestar emitidos por
la historiografÃa resultan poco relevantes por basarse en
patrones extemporáneos.
Ahora bien, aunque el estado de las investigaciones no
proporciona datos ables sobre el número de habitan-
tes, algunos indicadores muestran que a comienzos del
setecientos la ciudad comenzaba una etapa de creci-
miento
9
. Es notorio el mayor dinamismo del mercado
de tierras, aumentando la división de terrenos y forma-
ción de barrios interurbanos. Al mismo tiempo, se habi-
litaron nuevas calles y acequias, modicándose algunas
trazas sin respetar el clásico modelo reticular. La instala-
ción espontánea en los lindes de extramuros dio origen
a otros barrios, aglutinados en torno a las capillas que se
identicaron con sus respectivas advocaciones.
Este proceso ocupacional se fue produciendo en forma
irregular, sin respetar en muchos casos el prototipo de
cuadrÃcula original; ni tampoco manteniendo un creci-
miento continuo al núcleo, sino que emergieron asen-
tamientos poblacionales dispersos donde se instalarÃan
oratorios en casas particulares, y luego, por aumento
del vecindario se los ascenderÃa a la categorÃa de capilla,
más tarde, en el siglo XIX, al rango parroquial. Las refe-
rencias de esta ocupación han sido recogidas de diversa
documentación, entre ella, juicios sucesorios, testamen-
tos, inventarios de particulares, ventas y escrituración de
propiedades. Sobre esta base se ha elaborado el cro-
quis exhibido, donde además puede apreciarse la red de
vÃas de comunicación que conuyen en el núcleo de la
ciudad. En torno a dichas arterias se emplazaban pro-
piedades agrÃcolas, espacios baldÃos y pulperÃas.
La ampliación ocupacional del actual espacio capitalino,
si bien era desordenada en comparación con el diseño
central y con discontinuidad temporal, estuvo limitada
por condicionantes naturales que aún no podÃan ser
controlados. Por consiguiente, no todas las zonas aleda-
ñas al núcleo manifestaron un comportamiento receptor
equivalente según el análisis de testimonios expuestos
en actas capitulares, cartas notariales, juicios patrimo-
niales o demandas por distribución de agua (AGP, Serie
Tribunales y APJ).
Alrededor de 1720 se habÃan establecido familias en el
extremo sur del núcleo, dando origen al “Barrio de San
Clemente†con clara alusión al oratorio instalado en ho-
nor a dicho Santo. Treinta años después se habÃa con-
cretado una proyección hacia el este-B° Valdivia- y hacia
el sur de un cuarto de legua y el ancho de la ciudad en
ese costado alcanzaba veinte cuadras
10
. Al nalizar el
siglo, sus habitantes contaban con dos capillas, el viejo
oratorio habÃa sido elevado a esa categorÃa con una im-
portante edicación y otra, la de la SantÃsima Trinidad
establecida en 1750 que se localizaba en la intersección
de las actuales calles Abraham Tapia y Saturnino Sarassa
(Chena de MaurÃn, M.E., 1996, p 151). No obstante,
habÃan llegado al confÃn de la expansión posible en ese
sector ya que se trata del área de descarga de auentes
hÃdricos de la ciudad y por la carencia de drenajes se
sucedÃa un ambiente de ciénaga.
Entre esos barriales se hallaba el camino de ingreso a la
ciudad, era el que conectaba con Mendoza y Chile. El
punto de referencia, que indicaba el portal de la ciudad
a los viajeros era la Cruz de San Clemente, situada a la
altura de la actual plaza de Trinidad (Ver g. 2).
7 Recién a comienzos del siglo XIX, durante la gobernación intendencia de San MartÃn, se ordenó el espacio urbano jando sus lÃmites me-
diante cuatro avenidas que diseñaban una perfecta cuadrÃcula urbana. Más tarde, en virtud del plan vial 1938-47 (AGP, Serie Misceláneas.
C.48-D.10) fue diseñada la avenida de circunvalación, especie de cinturón urbano que fue concluido por etapas y que en la actualidad ha
sido rebasado ampliamente por el crecimiento urbanÃstico (Fanchin y Sánchez: 2001).
8 Archivo General de Indias (en adelante A.G.I.), Audiencia de Chile, Legajo 107 “Petición del Cabildo de San Juan de la Fronteraâ€, Apud,
VIDELA, H.oracio (1962) Historia de San Juan. T. I.
9 El número de acontecimientos vitales denotaba un aumento, como también la participación de migrantes en el mercado matrimonial y
en transacciones de propiedades.
10 Archivo General de la Provincia de San Juan (en adelante A.G.P), Fondo Tribunales, Caja 9, Carpeta 43, Doc.6.
A. FANCHIN - P. SÃNCHEZ | MEMORIA E IMAGINARIO DE LA CIUDAD DE SAN JUAN DE LA FRONTERA (1562-1830)... P P. 17-24